Quien es Mictlantecuhtli ?

¿Quién es Mictlantecuhtli ? El Dios Azteca de la Muerte

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Mictlantecuhtli es una de las figuras más enigmáticas y fascinantes de la mitología azteca. Se trata del dios de la muerte, el señor del inframundo y el creador del quinto sol. Su nombre significa "señor del lugar de los muertos" y su imagen es la de un esqueleto con una calavera adornada con plumas y joyas.

¿Qué sabemos realmente sobre este dios? ¿Cuál es su origen y su historia? ¿Qué simboliza y qué papel juega en la cosmogonía y el culto azteca?

En este artículo vamos a intentar responder estas preguntas y revelaremos algunos de los secretos de esta deidad.

Mictlantecuhtli, Dios de la Muerte y el Inframundo

I. Mictlantecuhtli, el dios de la muerte azteca: características y atributos

Mictlantecuhtli es conocido como el dios del inframundo y de los muertos en la mitología azteca. Su nombre significa "señor del lugar de los muertos" y su imagen es la de un esqueleto con una calavera adornada con plumas y joyas. Junto con su esposa Mictecacíhuatl, regía el mundo subterráneo, país de los muertos o reino de Mictlan.

Mictlantecuhtli, el señor del noveno nivel del inframundo

Según la cosmogonía azteca, el inframundo o Mictlan estaba dividido en nueve niveles, cada uno con sus propios peligros y habitantes. El noveno y último nivel era el dominio de Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, donde residían las almas de los muertos que no habían tenido una muerte gloriosa o sagrada. Para llegar hasta allí, las almas debían atravesar un largo y difícil camino, guiadas por un perro llamado xoloitzcuintle.

Mictlantecuhtli y un Xoloitzcuintle

El esposo de Mictecacíhuatl y el padre de los dioses de la muerte

Mictlantecuhtli estaba casado con Mictecacíhuatl, la dama de la muerte. Ella era la encargada de presidir las fiestas de los muertos y de vigilar los restos mortales. Juntos formaban una pareja complementaria y equilibrada, que representaba la dualidad entre la vida y la muerte.

Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl eran también los padres de los dioses de la muerte, llamados mictlantecutlis o tzitzimime. Estos eran seres monstruosos y temibles, que descendían del cielo para devorar a los hombres durante los eclipses o al final de cada ciclo cósmico. Entre ellos se encontraban Chalmecacihuilt, la diosa de los sacrificios; Chalmecatláncticue, la diosa que devoraba a las mujeres que morían al dar a luz; Acolmiztli, el dios jaguar; Tzontémoc, el dios que cae de cabeza; Itzpapálotl, la mariposa de obsidiana; y Tezcatlipoca, el dios del espejo humeante.

II. La historia de Mictlantecuhtli: origen y leyendas

El creador del quinto sol junto con Quetzalcóatl

Según la cosmogonía azteca, el mundo actual es el resultado de cinco ciclos cósmicos o soles, cada uno con sus propias características y su propia forma de vida. El primero fue el sol de agua, que terminó con un gran diluvio que anegó la tierra. El segundo fue el sol de viento, que terminó con un huracán que arrasó todo lo que había. El tercero fue el sol de fuego, que terminó con una lluvia de fuego que calcinó todo lo que existía. El cuarto fue el sol de tierra, que terminó con un terremoto que hizo que la tierra se tragara todo lo que había sobre ella.

El quinto y actual sol es el sol de movimiento, que se creó gracias a la intervención de dos dioses: Quetzalcóatl y Mictlantecuhtli. Quetzalcóatl era el dios del viento y la sabiduría, y Mictlantecuhtli era el dios del inframundo y la muerte. Ambos decidieron viajar al Mictlan para recuperar los huesos de los antiguos seres humanos que habían muerto en los cataclismos anteriores. Su intención era usar esos huesos para crear nuevos seres humanos que poblaran el mundo.

Sin embargo, Mictlantecuhtli no estaba dispuesto a entregar los huesos tan fácilmente. Él quería conservarlos en su reino y evitar que el mundo se llenara de nuevo de vida. Por eso, les puso varias pruebas y trampas a los dioses para impedir que se llevaran los huesos. Les hizo atravesar los nueve niveles del inframundo, llenos de peligros y obstáculos. Les hizo sonar una caracola sin agujeros para anunciar su llegada. Les hizo pasar por un camino lleno de flechas y lanzas. Les hizo cruzar un río lleno de lagartijas y serpientes venenosas

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A pesar de todo, Quetzalcóatl logró llegar hasta el lugar donde estaban los huesos y se los llevó en un saco. Mictlantecuhtli no se dio por vencido y envió a sus emisarios para perseguirlo y detenerlo. Uno de ellos logró hacerle una zancadilla y hacerle caer al suelo. Los huesos se rompieron en pedazos y se mezclaron con la sangre de Quetzalcóatl, que se había herido al caer. Quetzalcóatl no se desanimó y recogió los huesos rotos como pudo. Luego regresó al mundo superior y se los entregó a la diosa Cihuacóatl, que los molió en un metate. De estos huesos molidos nacieron los hombres actuales, que son más débiles y diversos que los anteriores.

Mictlantecuhtli, el enemigo de los héroes gemelos Hunahpú e Ixbalanqué

Otra leyenda que involucra a Mictlantecuhtli es la de los héroes gemelos Hunahpú e Ixbalanqué, que pertenece al Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas. Esta leyenda narra las aventuras y desventuras de estos dos hermanos, que eran hijos del dios Hun-Hunahpú y la doncella Ixquic. Hun-Hunahpú había sido asesinado por los señores del inframundo, llamados Xibalbá, por jugar al juego de pelota y hacer demasiado ruido. Su cabeza había sido colgada en un árbol, donde fue fecundada por la saliva de Ixquic, que pasaba por allí. De esta unión nacieron los gemelos, que heredaron el talento de su padre para el juego de pelota.

Los gemelos crecieron y se convirtieron en unos hábiles jugadores de pelota, pero también en unos traviesos y astutos guerreros. Un día, decidieron vengar la muerte de su padre y se enfrentaron a los señores del inframundo. Estos les pusieron varias pruebas y trampas para eliminarlos, pero los gemelos lograron superarlas todas con su inteligencia y su magia. Incluso cuando fueron sacrificados y quemados por los señores del inframundo, lograron resucitar y vencerlos.

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Mictlantecuhtli era uno de los señores del inframundo que se opuso a los gemelos. Él era el más poderoso y el más temido de todos. Su morada era una casa llena de huesos y calaveras, donde guardaba los restos de los muertos.

Mictlantecuhtli trató de impedir que los gemelos llegaran hasta su casa y les puso varios obstáculos en el camino. Les hizo pasar por un río de sangre, por un camino lleno de espinas y por una casa oscura donde no se veía nada. Sin embargo, los gemelos lograron sortear todos estos peligros y llegaron hasta la casa de Mictlantecuhtli. Allí le pidieron que les prestara sus huesos para jugar al juego de pelota, pero él se negó. Entonces los gemelos le dijeron que si no les prestaba sus huesos, le quitarían su corona de plumas. Mictlantecuhtli se enfureció y trató de atraparlos, pero ellos le lanzaron un conejo que lo distrajo y escaparon con sus huesos.

Con estos huesos, los gemelos lograron revivir a su padre Hun-Hunahpú y a otros antepasados que habían muerto en el inframundo. Luego regresaron al mundo superior y se convirtieron en el sol y la luna, iluminando el cielo con su luz. Mictlantecuhtli quedó derrotado y humillado, pero siguió reinando en el inframundo junto con su esposa.

III. Mictlantecuhtli, uno de los dioses del inframundo: el Mictlán y sus habitantes

El Mictlán, el lugar de los muertos y sus nueve niveles

Mictlantecuhtli era el dios del inframundo y de los muertos en la mitología azteca. Junto con su esposa Mictecacíhuatl, regía el Mictlán, el destino final de la mayoría de las almas de los muertos.

La leyenda del Mictlán, lugar del descanso eterno

El Mictlán era una región oscura y fría, donde las almas debían pasar por nueve niveles llenos de pruebas y obstáculos. Solo algunas almas podían escapar del Mictlán y ascender al cielo o al paraíso. Estas eran las almas de los guerreros muertos en batalla o sacrificados, las mujeres muertas en el parto, los niños sacrificados a Tláloc, el dios de la lluvia, y los muertos por rayos o enfermedades relacionadas con el agua.

Los habitantes del Mictlán, los difuntos y sus guías

El Mictlán estaba habitado por una serie de seres sobrenaturales que tenían distintas funciones y atributos. Algunos eran benevolentes y ayudaban a las almas en su viaje, mientras que otros eran malévolos y las atormentaban.

Entre los habitantes del Mictlán se encontraban los mictlantecutlis o tzitzimime, los dioses de la muerte y los hijos de Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl; los micteca, los emisarios o mensajeros de Mictlantecuhtli; los cihuateteo, las mujeres muertas en el parto; los xoloitzcuintles, los perros sagrados que guiaban a las almas; y los tecolotes, los búhos asociados con Mictlantecuhtli y con la noche.

IV. Los dioses aztecas: cosmogonía y culto

Los dioses aztecas, una compleja jerarquía de fuerzas sobrenaturales

Los dioses aztecas eran entidades supremas que regían la cosmovisión del mundo mexica y que eran los encargados de mantener el equilibrio. Los aztecas eran politeístas, es decir, creían en varios dioses, que se relacionaban con la naturaleza, los elementos, los astros y los fenómenos naturales. Los dioses aztecas tenían distintos atributos, funciones y personalidades, y formaban una compleja jerarquía de fuerzas sobrenaturales.

Según la mitología azteca, el primer dios que se creó a sí mismo fue Ometéotl, el dios de la dualidad, que engendró a la pareja creadora: Ometecuhtli y Omecíhuatl. Estos a su vez procrearon a los cuatro Tezcatlipocas: Xipe Tótec, Tezcatlipoca, Quetzalcóatl y Huitzilopochtli. Estos cuatro dioses iniciales representaban las fuerzas cósmicas del fuego, el agua, el viento y la tierra. A partir de ellos surgieron muchos otros dioses con funciones específicas, como Tláloc, el dios de la lluvia; Tonatiuh, el dios del sol; Mictlantecuhtli, el dios del inframundo; Coatlicue, la diosa madre; o Xochipilli, el dios de las flores.

Los Dioses Aztecos

Los dioses aztecas no eran inmutables ni perfectos. Podían cambiar de forma, de nombre y de alianzas. También podían tener defectos, como la soberbia, la ira o el miedo. Los dioses aztecas intervenían en los asuntos humanos y en el destino del mundo. Por eso los mexicas les rendían culto y les ofrecían sacrificios para honrarlos y aplacarlos.

El culto a los dioses aztecas, una práctica ritual basada en el sacrificio humano y animal

El culto a los dioses aztecas era una práctica ritual basada en el sacrificio humano y animal. Los mexicas creían que los dioses les habían dado la vida y el sustento, y que debían devolverles algo a cambio. El sacrificio era una forma de alimentar a los dioses con sangre y corazones humanos o animales. El sacrificio también era una forma de mantener el equilibrio cósmico y evitar la destrucción del mundo.

El culto a los dioses aztecas se realizaba en varios lugares y momentos del año. Uno de los principales centros de culto era el Templo Mayor de Tenochtitlan, donde se encontraban las imágenes y los altares de los principales dioses. Allí se celebraban ceremonias y rituales en su honor, como el Tlacaxipehualiztli, que consistía en sacrificar a prisioneros de guerra vestidos como Xipe Tótec; o el Toxcatl, que consistía en sacrificar a un joven elegido como representante de Tezcatlipoca. Otros centros de culto eran las pirámides dedicadas a otros dioses, como la de Quetzalcóatl en Cholula o la de Tláloc en Teotihuacán.

Sacrificio Azteca

El culto a los dioses aztecas también se realizaba en los hogares y en las fiestas del calendario ritual. Los mexicas tenían altares domésticos dedicados a sus dioses protectores o patronos. También celebraban fiestas en honor a los dioses según el ciclo agrícola o astronómico. Algunas de las fiestas más importantes eran las siguientes:

  • Ochpaniztli, que se celebraba en septiembre para pedir una buena cosecha a Tláloc y a Cinteotl.
  • Panquetzaliztli, que se celebraba en diciembre para honrar a Huitzilopochtli y agradecerle su victoria sobre los enemigos.
  • Tlacaxipehualiztli, que se celebraba en marzo para renovar la piel y la vida con Xipe Tótec.
  • Toxcatl, que se celebraba en mayo para venerar a Tezcatlipoca y ofrecerle un sacrificio humano.
  • Miccailhuitontli, que se celebraba en julio para recordar a los muertos y ofrendarles comida y bebida.

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